top of page

¿Para qué un juguete con cuento?

Buenas noches, a tod@s! ¡Feliz día Madre Tierra! Gracias por darnos con tanto amor e incondicionalidad, perdón por nuestro descuido, por nuestra indiferencia...


Hoy quiero compartirles otro poquito de nuestros juguetes... que, aunque parezca que no, mucho tiene que ver con nuestra Pachamama, con despertar la sensibilidad hacia ella, hacia los seres vivos...


¿Saben que hay una línea de animalitos de nuestra Ubuntu - la Tienda del Lirio que traen una fábula o cuento?... Algunos podrán preguntarse: "¿Y para qué?"... Bueno, el juego también es invitar a los niñ@s al mundo de los relatos, de los cuentos, las historias... a un universo que se abre delante de sus ojos, que los lleva a crear, imaginar, inventar... además de darles la mano para que el día de mañana puedan "leer" el mundo, en su sentido más amplio.


Los niñ@s y su relación con la lectura y la escritura no es un tema de niñ@s. Es un tema de adultos. Y no un tema de adultos lectores o escritores. Un tema de “adultos”, de todos aquellos que ya hemos pasado la infancia y la adolescencia y estamos parados en el mundo, pensando y haciendo y, en el mejor de los casos, sintiendo en él.


Para la RAE, “leer” es mucho más amplio que tomar un libro y descifrar sus códigos traduciéndolos a sonidos. Habla también de “leer sentimientos o pensamientos”. Y bien distintos son los caminos para una lectura y para la otra.


Leer un texto, un cartel, un anuncio, implica básicamente el haber aprendido la relación entre un símbolo y un sonido y las posibles combinaciones entre dichos símbolos. Conquistado esto puedo decir: “¡Ya sé leer!” Comprender lleva un poquito más de tiempo.


Pero “leer sentimientos o pensamientos” implica sensibilidad, implica una conexión, una relación con el objeto. El objeto y yo nos interrelacionamos, nos fundimos y surge algo nuevo.


¿Y dónde comienza esta otra forma de leer?, ¿De dónde surge este leer más profundo? ¿Será que solo está permitido para “unos pocos”, dotados de determinada sensibilidad?

Pues no, todos somos capaces de “leer con sensibilidad”. Solo que muchos lo hemos olvidado, lo hemos guardado en un cajoncito, en lo más alejado del placard y ya no recordamos que lo dejamos allí. Pero… ¿cuándo surgió eso tan mágico llamado “sensibilidad”? En realidad, estuvo siempre, desde el primer día. Y al contrario de lo que supone la educación, la fuimos perdiendo en mayor o menor medida: “Tenés que estudiar mucho para poder ser alguien en la vida”, ¿quién no ha escuchado alguna vez esta frase? Y en este “tener” y “deber” la sensibilidad fue quedando relegada, olvidada.

Sin embargo, si tan solo nos tomáramos unos minutos para rememorar nuestra infancia, de seguro podríamos enumerar “pequeños grandes momentos” donde “sentimos” con todo el cuerpo, donde un instante se hizo eterno. Tal vez no fue leyendo un libro, sino escuchando el trinar de un pájaro o el sonido del viento u oliendo una comida… u observando un animal o escuchando una historia. Claro que, por lo menos en mi caso, no fue diciendo: “Maestro, ¿nos contás un cuento?” Porque entre aquellos “debería”, en mi escuela no estaba esta posibilidad. Las historias eran parte del material didáctico, con un fin meramente práctico. Y qué decir del aprender a escribir: “Esta es la A… esta la B….” y así, pasé por cada una de las letras como quien revisa la lista de asistencia. Doy gracias que en ese proceso, igualmente, aprendí a asociar símbolo con sonido. Porque para mí, leer es otra cosa, tal vez porque tenía a la “tata”, que me hacía ver el mundo de otra manera, que me hacía sentirlo, vivirlo.


Muchos años pasaron desde aquel entonces, pero rememorando, pude descubrir que fueron esas experiencias las que me dieron la posibilidad de leer el mundo de otra manera. Y hoy tengo la hermosa posibilidad de escuchar: “Maestro, ¿nos contás un cuento?” y respirando hondo, como dándome el tiempo para tomar de mi biblioteca mental alguna historia, comienzo a relatarles. ¡Qué regalo tan preciado, el poder verles los ojitos, las caras, que se mueven como si delante de ellos se estuviera pasando una película en pantalla gigante! No, son “mis” imágenes las que ellos están leyendo, las que los están alimentando. Pero esto no queda allí, con cuánta emoción quieren hacer un dibujo, plasmar lo que sintieron, lo que los movilizó. Y qué decir cuando tienen la posibilidad de llevar el relato a muñecos, animales que "actúan la historia" o de escribir y armar sus propios libros, dependiendo la edad.


En otros momentos, las frases son: “Maestro, ¡mirá ese pajarito!”, “Maestro, ¡floreció el rosal!”, “Maestro, ¡un hongo!, como de los que hablamos en Botánica”


Y yo me pregunto, ¿acaso no es esto “leer”?, ¿observar lo que sucede a nuestro alrededor, no es lectura? Ya desde pequeños los niños, sin siquiera saber las letras, tienen esta sensibilidad, esta inteligencia lectora, pero no de un libro, sino del mundo, de su alrededor, de su pequeño entorno.



Y retomando el planteo inicial, de que la lectura y la escritura es una cuestión de adultos, ¿Somos verdaderamente conscientes de esto?, ¿nos damos cuenta que nosotros somos los primeros libros de los niños, somos los primeros traductores y posibilitadores de la siguiente fase, la de la lectura de palabras escritas? ¿Cómo podemos pedirles a los niños que lean un libro si nosotros no nos hemos mostrado entusiastas ante el mundo, ante las maravillas que nos rodean? ¿Qué lectura harán del mundo, si solo aprenden a descifrar símbolos escritos?


Entonces, ¿para qué un juguete con cuento? Para darnos la posibilidad de compartir con los niñ@s un momento mágico, de imaginar, de crear, de inventar, para alimentar, como hacemos con el alimento físico que la Pacha nos regala, pero en este caso, para alimentar el alma, la sensibilidad por el mundo, la vida...

¡Los invito! Leonel.

2 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page