Maestro talabartero, ¿querés ser un dragón?
- Centro Educativo Lirio Azul
- 8 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Recuerdo cuando los maestros, Leo y Sabri, me pidieron que hiciera un disfraz de dragón. Debo aceptar que fue todo un desafío, aunque el disfraz del año anterior había sido hecho a base de un sobretodo y unos banderines como escamas. Tomando eso como parámetro, debo decir que mi tarea, como talabartero, iba a ser muy fácil.
Pero, no solo me habían pedido que haga una máscara, también que lo representara.
Ese, era el desafío más grande.
Lo primero que hice fue preguntar de qué se trataba el evento. Los maestros me contaron que es un día donde los niños vencen sus miedos, entonces mi tarea consistía en secuestrar a la niña más pequeña del cole y llevarla a mi guarida, que quedaba en un bosquecito, en un sector de la escuela. Los chicos debían enfrentarse al dragón y herirlo, se trata de controlarlo, no de matarlo.
¡Cuánta responsabilidad!, porque debía esforzarme para que sea un momento mágico. Siempre me gustaron esos momentos donde los niñ@s creen en algo que no existe. Por eso me gusta la Navidad, no me importa que sea algo comercial, en esos momentos se ve bien claro que los niñ@s son puros, creen en algo que para nosotros es imposible. Esas cosas en las que solo los niñ@s creen.
¿En qué momento dejamos de creer cada uno de nosotros, en qué dejamos de creer ? Me pregunto.
Como ya dije, mi tarea era sumamente importante, debía hacer ese instante con cada chic@, mágico.
Lo primero que hice y que me parece fundamental es conectarme con mi niñ@ interno. Pensar en qué quisiera vivir yo si fuese a transitar por esa experiencia. El tiempo era corto. Así que puse manos a la obra.
Empecé a hacer los moldes, decidí que iba a ser un casco y no una máscara.
Una vez que estaban los moldes, corté y cincelé las piezas , la idea era darle textura para luego pasar a pintar, por lo general, pintamos con tintas al alcohol. Una vez que todas las piezas estaban terminadas pasé a ensamblarlo, ¡¡El resultado fue buenísimo!!
Conseguí unas astas de vaca para los cuernos del dragón y hasta me hice unas pelotas con tul rojo y medias, les até un elástico en el nudo y el otro extremo lo até a mis muñecas, para que volvieran a mis manos al tirarlas. Esa iba a ser mi defensa ante las espadas.

El día llegó, lo primero que sentí fue la emoción de los chic@s, sus gritos, su alegría.
Con el tercer niñ@ que pasó a pelear me di cuenta que mi estado físico estaba en decadencia y recién estaba empezando... Le puse toda mi energía hasta el último que pasó. Algunos no se animaron y salieron corriendo. A otros, las espadas les temblaban y no faltaron los corajudos por de más que se sacaron las ganas de pegarle unos buenos espadazos al dragón, es decir, a mí.
En cada uno vi algo distinto, en algunos miedo, en otros coraje, en otros alegría, algunos huyeron sin poder pelear.

¡Qué puros que son los chic@s, que auténticos! Cuando me fui no pude dejar de pensar en mis miedos. Cuántas veces corrí, cuántas fui corajudo, cuántas otras quise huir.
Y se me hizo imposible no pensar que "yo, hasta mi último suspiro quiero ser como un niño", así, espontáneo, auténtico, feliz, sin prejuicios, vivir el momento, disfrutar la amistad, reír, jugar, amar. Pero como lo hacen ellos, sin medida.
¡Qué tengan un lindo día! Espero que le guste mi experiencia, como artesano y como papá. Cristian
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