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Tarea Pedagógica

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Enseñar no es transferir conocimiento, 

sino crear las posibilidades para su construcción o producción.

Quien enseña aprende al enseñar,

quien enseña aprende a aprender. 

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Paulo Freire

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El Centro de FormaciónLirio Azul basa su trabajo en los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Libertad en lo religioso-cultural; cada quien tiene la posibilidad de elegir su corriente espiritual como así también de elegir cuál es el mejor ámbito donde educar a su hijo/a. Aquí son las experiencias que el alma necesita transitar las que tienen preponderancia, a través de las diversas artes. Igualdad en las leyes; todos compartimos las mismas obligaciones y derechos. Tanto la ciencia como el cuerpo físico de un ser humano están conformados por leyes, que le dan orden y estructura. Fraternidad en lo económico. En este ámbito no hay libertad, ya que cada ser humano necesita de los otros para cubrir sus necesidades: alimento, vestimenta, vivienda. Por lo que, el trabajo de cada persona aporta a la necesidad de otras. Si cada quien da a conciencia lo que realmente puede aportar, esto hace posible que entre todos logremos cubrir nuestras necesidades. Es la moral la que rige este ámbito, donde los frutos de mi trabajo no son para mí sino para otros y los otros hacen para mí, en sano equilibrio compensatorio.

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Estos tres ámbitos, los encontramos en todo ser humano. Su sentir es libre, en su pensar rige la igualdad, pues busca llegar a las leyes verdaderas y universales y, en el hacer, rige la fraternidad, donde cada músculo del cuerpo se pone a disposición para poder moverse como una unidad, donde unos harán más fuerza que otros, dependiendo el momento y la tarea.

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Esta trimembración del ser humano en hacer, sentir y pensar es la base del trabajo diario en el aula. Cada ser busca, a través de experiencias, vivenciarlos. Por dicho motivo, cada mañana, se les brindan a los niños/as posibilidades para conectarse con ellos mismos, con su pensar, su sentir y su hacer. A medida que se van conociendo a sí mismos son capaces de observar el afuera, el entorno; comprenderlo, sentirlo y actuar en consecuencia.

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A la par que cada niño/a está conociéndose un poco más cada día, está interactuando con los otros niños/as y con los maestros. Es decir, el desarrollo individual va sucediéndose a la par que el desarrollo social. Uno alimenta y fortalece al otro y viceversa.

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Todo ser humano puede también ser comprendido como la unión de cuatro fuerzas elementales, en consonancia con las de nuestro planeta: las fuerzas físicas, manifiestas en lo corporal, en la composición de lo térreo, dando estructura y sostén; como lo son los huesos en el niño/a, lo son las piedras en la tierra. Las fuerzas de vida, presentes en el agua, que revitalizan el cuerpo del niño así como el de la tierra. Las fuerzas anímicas, que llenan de colores y emociones el hacer y el pensar del cuerpo viviente del niño/a como el de la tierra, a través de la luz y el aire. Y una fuerza yoica, individual, que dirige, con conciencia y sentido profundo, a todas las demás fuerzas hacia el destino de ese ser humano, como así al de la tierra, en permanente transformación a través del fuego.

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Cada uno de estas fuerzas (tierra, agua, aire y fuego) que conforman la integridad del ser humano, son tenidas en cuenta en cada instancia de la jornada, buscando el diálogo armonioso y salutífero entre ellas. Es decir, aportando con las actividades vida, color, emociones y dirección propia al desarrollo del niño/a.

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Los hábitos y un ambiente regido por determinados límites contenedores, donde cuidado y respeto mutuo son importantísimos, son el marco que permite que cada niño se desarrolle. Los días, las semanas y los meses tienen una estructura ordenadora, que hace de guía y de soporte para la experimentación.

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Las fortalezas y debilidades de cada niño/a son puestas a disposición cada día. Y a través de un compartir amoroso y una presencia clara del maestro, tanto unas como otras, van metamorfoseándose en un desarrollo espiralado y ascendente. Los desafíos son permanentes e individuales en cada tarea. No hay un niño que sea igual a otro, si bien, el desarrollo evolutivo que transita es similar. Y es por ello, que cada edad necesita determinadas vivencias para el alma, buscando posibilitar un saludable desarrollo de la infancia. De modo tal que, el hombre o la mujer del mañana podrán apoyarse en dichas experiencias para descubrir el sentido profundo de su vida y llevarlo a cabo, sorteando los desafíos que puedan presentársele.

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Cada momento de la mañana el maestro tiene la oportunidad de observar el desarrollo del niño/a y del grupo: el hacer, el sentir y el pensar de cada uno como el de la totalidad, la predisposición a las actividades, las destrezas, las dificultades. Esto permite un acompañamiento más consciente por parte de los maestros. Quienes, a su vez, tienen la tarea de mantener una comunicación fluida con padres y madres, puesto que cada observación es una posibilidad de crecimiento para todo el entorno: niños, padres/madres y maestros/as.

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Niños/as aprenden a través de un hacer observador y perceptivo. No es igual un color a otro, no es lo mismo sembrar determinadas semillas en una época que en otra, no es lo mismo usar las herramientas de una manera que de otra, la propia disposición anímica no es igual para una tarea que para otra. Los desafíos que plantea una labor son diferentes a los de otra.

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Las tareas que se llevan adelante entre niños y maestros son tareas plenas de sentido, como huerta, tejido, costura, pintura, dibujo, limpieza, carpintería, alfarería, gimnasia, escritura, lectura, entre otras. Tareas que fueron desarrolladas por hombres y mujeres desde el principio de los tiempos, a través de las cuales se fueron “haciendo” del mundo, aprendiendo a vivir en la tierra pero sin desconectarse del mundo espiritual del cual procedían. Si bien hoy los avances tecnológicos permiten hacer uso de otras herramientas, las tareas primigenias siguen siendo las mismas y su riqueza para el cuerpo, el alma y el espíritu sigue intacta, donde la sencillez de la labor permite llegar a conocimientos profundos de la esencia del ser humano.

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Dentro de este contexto, el juego libre también tiene un lugar de preponderancia. Cada día, niños y niñas se encuentran para compartir y crear al aire libre, rodeados de naturaleza. Aquí ellos mismos ponen las reglas del juego, bajo la mirada atenta de los maestros.

Los encuentros entre niños/as de diferentes edades también es permanente y dúctil. Como en una gran familia, unos ayudan, enseñan y aprenden de los otros. El maestro está a disposición de todos y cada uno pero los/as niños/as mismos pueden tomar un rol más activo en la actividad, apoyando, sosteniendo, alentando, marcando el rumbo de sus pares. Nuevamente, lo individual y lo social se entretejen en libertad, igualdad y fraternidad.

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